fundación de Guadalajara:
Este 14 de Febrero se conmemoran 471 años de la fundación de Guadalajara.
La fundación de la ciudad de Guadalajara, estuvo a cargo de los españoles, la conquista de Jalisco empezó por el Sur del Estado. Cristóbal de Olidentró en 1522 por Mazamitla y Tamazula. En 1524 Hernán Cortés envió a su primo Francisco Cortés de San Buenaventura, a conocer la costa y buscar metales preciosos; y a Alonso de Ávalos, quien conformara lo que conocemos como Provincias de Ávalos.
Pero fue hasta marzo de 1530 cuando el conquistador del hoy Jalisco, Nuño Beltrán de Guzmán, entró por el rumbo de La Barca hacia Tonallan, donde fue recibido por la cihualpilli, (la reina) de nombre Tzapotzintli.
Nuño de Guzmán fue acompañado por 500 soldados españoles y 15 mil mexicas sometidos, los mexicas eran utilizados como guías y trabajadores en las minas que se fueran encontrando. El interés era dominar las tierras de los grupos Caxcanes, que estaban del otro lado de la Barranca de Huentitán. Nuño de Guzmán derrotó a los caciques de la región y, como no existían grupos indígenas poderosos ahí, decidió ponerle a las tierras conquistadas Guadalajara, en honor a la ciudad española del mismo nombre. Comenzó el proceso para el establecimiento definitivo de Guadalajara, lo que hace que antes de la actual hubiera otras tres fundaciones. Guzmán viajó de Tonalá hacia la Cazcana, pero sólo llegó hasta Nochistlan (Nochiztlán); ahí, en 1532, fundó la primera ciudad. Él deseaba contar con una ciudad que le sirviera para asegurar sus conquistas y a la vez poderlas defender de la belicosidad de los naturales.
La Villa de Guadalajara la fundaron 42 vecinos; el nombre de Guadalajara lo tomaron en recuerdo de Guadalajara, España, cuna de Nuño de Guzmán. La palabra Guadalajara, proviene del vocablo árabe "Wad-al-hidjara", que significa "río que corre entre piedras".
La Villa de Guadalajara la fundaron 42 vecinos; el nombre de Guadalajara lo tomaron en recuerdo de Guadalajara, España, cuna de Nuño de Guzmán. La palabra Guadalajara, proviene del vocablo árabe "Wad-al-hidjara", que significa "río que corre entre piedras".
Poco duró la Villa en este sitio, con la anuencia de Guzmán, Cristóbal de Oñate, Miguel de Ibarra y Sancho Ortiz, el 19 de mayo de 1533, proyectaron mudarla de lugar en donde hubiera más agua, mejores medios de comunicación y menos tolvaneras.
En un año, la ciudad se mudó a Tonalá (Tonallan), para pasar luego a Tlacotan (Tlacotlán) en 1535. Ya en la región de Tlacotan, se hacía indispensable reforzar el ejército ibérico, para lo cual se pidió la participación de Pedro de Alvarado y del mismo virrey, don Antonio de Mendoza, quien acudió con una tropa muy numerosa entre indígenas y españoles. Luego de siete días de lucha, tras la derrota de los naturales, los resultados fueron desastrosos para ellos.
Después de que terminó la Guerra del Mixtón contra los cazcanes, (1540–1541), volvieron a cruzar el río Santiago y, en el sitio llamado Tetlan, (Tetlán) se registró a los colonos que fundarían la ciudad. Inmediatamente después de que los conquistadores se habían reunido en Tetlan, se instaló definitivamente la ciudad de Guadalajara en el Valle de Atemajac, el 14 de febrero de 1542 tras haber celebrado la primera reunión de cabildo en esa fecha.
Establecida la ciudad en el Valle de Atemajac, sobre la margen Poniente del río, llamaron a éste San Juan de Dios en la misma región. Tal hecho se llevó a cabo por sesenta y tres españoles con sus familias, que deben haber sido una cantidad aproximada de doscientas sesenta a trescientas personas peninsulares, más las poblaciones de indígenas. Ese mismo día se instaló el primer ayuntamiento y se nombró como primer alcalde mayor a Don Miguel de Ibarra. El centro de esta nueva ciudad se situaba sobre el terreno que actualmente ocupan el convento de San Agustín y el Teatro Degollado.
Se sabe que desde 1539, Guadalajara había recibido el título de ciudad por don Carlos I de España (V de Alemania), documento que se perdió una vez que hubo varias guerras antes del establecimiento definitivo.
También le fue dado un escudo de armas por el mismo rey de España, el 8 de noviembre de 1539, al día de hoy, ha sido modificado y adoptado para todo el Estado de Jalisco.
Guadalajara en el siglo XVI, fue una ciudad pequeña con casas de adobes, con techos de paja y de un solo piso. Se consideraba un lugar más bien de paso, muy frecuentado por viajeros comerciantes que, con sus mulas cargadas de mercancía, pasaban la noche o unos pocos días, hospedados en mesones. Por lo tanto, había más mesones para los arrieros y macheros para las mulas, que casas familiares. Con esto, el Valle de Atemajac no estaba perdiendo su tradicional estado de vida. Antes de la llegada de los conquistadores europeos, también era tierra de paso de grupos de indígenas que viajaban de un lado a otro, casi siempre hacia y desde el Occidente (Aztlan).
Tras la visita de un enviado del rey, en 1544, se establece la necesidad de formar un obispado y una Real Audiencia en la Nueva Galicia. En 1546, tomó su cargo el primer obispo español en la Nueva Galicia de nombre Pedro Gómez de Maraver, quien hasta entonces había sido canónigo en Oaxaca, y su sede estaba en Compostela (hoy en el estado de Nayarit), pero regresó pronto a Guadalajara por lo inhóspito de aquel lugar.
El obispo Gómez de Maraver murió en la ciudad de México en 1551, cuando hacía trámites para trasladar dicha sede de Compostela a Guadalajara. La Real Audiencia dependía de la ciudad de México. Comenzó a formarse en 1547 cuando se nombró a cuatro oidores, quienes ejercerían al mismo tiempo el cargo de alcaldes mayores.
El primero en llegar fue Lorenzo Lebrón de Quiñones. El trabajo más importante era la agricultura y la ganadería; si la tierra lo permitía, también la minería. La mano de obra era indígena, apoyada por esclavos negros (la esclavitud entonces era permitida) y, además, representaba la base de toda actividad productiva.
Muchas veces se trató sin misericordia a los naturales, a pesar de que los reyes españoles estaban muy al pendiente de que no se dieran tales abusos, entre otras cosas, simplemente por cuidar la subsistencia del virreinato.
Por desgracia para aquella Guadalajara, hubo varias epidemias que, por consecuencia, redujeron drásticamente la población de indígenas. Por tal motivo, el año de 1557 se fundó el primer hospital en Guadalajara y se le dio el nombre de la Santa Veracruz. Éste se creó debido a que no había donde fueran atendidos los vecinos del lugar. Hasta 1560, Guadalajara se convirtió oficialmente en la capital de la Nueva Galicia.
Guadalajara en el Siglo XVII
Dentro de esta época fue muy próspero el crecimiento espiritual, material y cultural de Guadalajara, pues el indígena no volvió a crear mayores problemas a los españoles, sino al contrario: se incorporó a la nueva forma de vida que ofrecía el mestizaje.
Por este motivo el número de habitantes se incremento, así como las escuelas, hospitales, templos y conventos, en una ciudad más grande en extensión pero que continuaba de un solo piso, con casas de adobe y un buen número de mesones y macheros para los comerciantes y las mercaderías que pasaban por Guadalajara. En tiempos del Obispo Ruiz Colmenero creció la devoción por algunas advocaciones de la Virgen, tanto la de Zapopan y la de La Soledad, como la de San Juan de los Lagos, para corresponder a las necesidades del pueblo y, a la vez, Guadalajara recibió a varias órdenes religiosas más: dominicos, mercedarios, carmelitas descalzos y juaninos. Todos dejaron enormes conventos que ennoblecieron a la ciudad, de algunos de los cuales hoy quedan restos.
A fines del siglo XVI, llegaron a Guadalajara las primeras monjas dominicas. Venían de la ciudad de Puebla y construyeron el convento de Santa María de Gracia para vivir en él. Más adelante, hubo una extensión de este monasterio en el de Jesús María. A finales del siglo XVII llegaron también las religiosas carmelitas descalzas de la ciudad de Puebla, a fundar su casa en Guadalajara, donde ya se había construido un convento para ellas, el de Santa Teresa. Desde el siglo XVI, los niños aprendían a leer, a escribir y, a veces, un poco de gramática. Aquellos que deseaban estudiar más se veían obligados a ir a la ciudad de México, donde estaban los mejores colegios, incluida la Real y Pontificia Universidad de México.
En atención a que es una época con marcada influencia religiosa, los frailes, especialmente franciscanos, agustinos, dominicos, mercedarios, jesuitas y carmelitas descalzos, hicieron mucho esfuerzo por mantener institutos propios de formación religiosa, estableciendo clases de teología y estudios mayores, así como sus noviciados. El clero diocesano no contó con un seminario sino hasta fines del siglo XVII.
La ciudad fue adquiriendo mayor importancia para la Corona Española, por lo que, a finales del siglo XVII los obispos eran de mayor edad y, por tanto, personalidades de relevancia social con gran cultura, además los criollos ya manejaban el Ayuntamiento.
La vida de la ciudad era mucho más tranquila que la de la capital del virreinato. Sólo se veía afectada su paz durante las fiestas religiosas y muy en especial la del Paseo del Pendón y la del 29 de septiembre, día del patrono de la ciudad, San Miguel Arcángel.
Todo lo que se hizo en los siglos XVI y XVII para las artes, la cultura, el culto divino y la religión, fue muy pobre, especialmente las letras pues no había imprenta. Sobresale, sin embargo, la figura del fraile franciscano Juan Guerra, quien publicó en 1692 un texto sobre la lengua indígena que se hablaba por este rumbo.
El Gran Siglo XVIII
En este siglo se construyó una ciudad con mayor cohesión interna, pues se buscaba la autonomía de Guadalajara y de la Nueva Galicia con respecto a la ciudad de México. En el último cuarto de la centuria se comenzó a desear la de todo el virreinato en relación con España.
En el siglo XVIII, con todo y las deficiencias que pudo tener la Nueva España, gracias al empuje de los novohispanos, finalmente se alcanzó un balance muy positivo en cuanto a logros. Es el siglo en el que se confirma y afianza el sentido de la nacionalidad mexicana.
Desde el siglo XVII, los padres Eusebio Kino y Juan María de Salvatierra de la Compañía de Jesús, se convirtieron en piezas fundamentales para la labor misionera en el Noroeste del virreinato, que surgió desde el Colegio de Santo Tomás de Guadalajara. Parte de su edificio se conserva todavía. El templo del colegio es ahora la Biblioteca Iberoamericana, en la esquina de las calles de Colón y Pedro Moreno.
En este siglo se alcanzó un nivel de vida muy alto entre los habitantes, debido a la industria, a la producción del campo, los oficios, la minería y el comercio. Esta circunstancia comenzó a reflejarse en la arquitectura de la capital tapatía. La sociedad estaba compuesta por los peninsulares y criollos, que al tener mayor nivel cultural y cierta preferencia étnica, gozaban de los mejores puestos de trabajo.
Al mismo tiempo, tenían un lugar en los colegios y en la universidad de donde egresaban para ser casi siempre hombres importantes en las diferentes ramas del saber, del comercio, la minería, la agricultura y del gobierno. El grupo social intermedio, en general, lo formaban los mestizos.
Los indígenas tenían un sitio muy especial, un tanto de orden paternalista por parte de las autoridades, que en cierta forma impedía la explotación de la que en muchos casos eran víctimas.En el siglo XVIII había un buen número de castas, resultado de la combinación sanguínea entre españoles peninsulares, criollos, mestizos, indígenas, negros de África, chinos y algunos japoneses, más el resultado de las mezclas entre todos, tales como los mulatos, los zambos, los lobos, entre otras castas que ejercían oficios humildes, como sirvientes, barilleros, albañiles y más.
Algo muy importante que queda del virreinato y en particular de la décima octava centuria, es la comida, los platillos típicos de cada región que se caracterizan siempre por ser de rico sabor, todos ellos producto del mestizaje.Puebla tiene el mole y los chiles en nogada; Oaxaca, el mole negro; Mérida, Yucatán, los papatzules o la cochinita pibil. Guadalajara presenta las tostadas de cuerito, el pozole (potzolli), la birria y el menudo como sus platillos más típicos.
Guadalajara Siglo XVIII, La Gran Ciudad
Dentro de este siglo, Guadalajara tuvo varios eventos de importancia; terremotos, epidemias y plagas asolaron varias veces a la capital. Sin embargo también fue un siglo de grandes cambios positivos. Tales tragedias sirvieron para superarse, lo que hizo de la ciudad una auténtica metrópolis. Sus casas ya no eran de un piso, sino de dos; ya no de adobe, sino de piedra; los techos ya no de tejas, sino de bóveda y con herrería fina en la mayoría de los casos.
Los templos y conventos adquirieron gran señorío, dándole a la ciudad un toque de elegancia, casi todo construido uniformemente con la hermosa piedra dorada de Atemajac.
Todo estaba fabricado bajo las normas del más elegante estilo barroco; de ese barroco que nunca se repitió, por lo que le dio a Guadalajara su sello propio, con sus columnas de esquina en las casas y sus molduras sobre la base de los edificios.
El hecho de tantos y tan frecuentes acontecimientos negativos, llevó a que pronto creciera el número de hospitales. Hubo nuevas rutas de caminos y se atendieron las tradicionales; se construyó un gran número de escuelas y colegios dirigidos siempre por clérigos.
Aumentaron las órdenes religiosas para atender enfermos, como las de los oblatos, camilos y la de los juaninos; los colegios de niñas y las casas para recogimiento de mujeres, crecieron conforme a las necesidades y fueron bien atendidos.
Con los nuevos caminos, se abrieron otras tantas rutas para las recuas y para el transporte público a base de diligencias. De Guadalajara a México, había una que, llevando cuatro pasajeros, salía todos los viernes y hacía doce días de viaje. Una ruta iba por Irapuato, donde se cambiaba de coche para llegar a la capital.
Los viajes obligaron a la creación de mesones donde pasar la noche en los caminos, luego de entre seis y ocho leguas diarias de recorrido. En Guadalajara se instalaron varios mesones, algunos eran de primera clase. Uno de estos estuvo donde hoy es el Congreso del Estado y otro donde ahora se ubica el Hotel Francés, en la calle de Maestranza, detrás del Palacio de Gobierno.
De ahí partían y ahí arribaban las diligencias. La cultura, la ciencia y el arte tuvieron un sitio en Guadalajara como en las principales provincias que, además de la capital del virreinato, contaron con una o más imprentas y con ello, las librerías y bibliotecas crecieron con el acervo que llegaba desde España. Destacaron Francisco Xavier Clavijero y Matías de la Mota Padilla historiadores, e infinidad de filósofos, abogados, científicos, poetas, escritores y oradores.
Las bellas artes conocieron su mejor momento: arquitectura, escultura, pintura, orfebrería, música, etc., dejaron una herencia muy importante al país y a Guadalajara. Existen todavía algunas de las obras materiales de esa época.
La gente se divertía formando conjuntos musicales, ya sea de canto o instrumentales, con lo que hacían veladas maravillosas entre los miembros de alguna familia y sus invitados, vistiendo todos con muy buen gusto, no precisamente a la manera de la península sino con personalidad mexicana. Las casas de la familia media hacia arriba, solían ser muy grandes, con mucha servidumbre.
Los pobres, los indígenas y las castas, de acuerdo con pinturas de la época, solían mezclarse entre la clase media sin dificultad alguna, sobre todo en las fiestas populares, donde reinaba la alegría, la camaradería y el respeto de unos con otros, por supuesto, con la compañía de excelentes grupos musicales de ambiente popular, mismos que a veces se extralimitaban con canciones y jarabes considerados pecaminosos y, por tanto, prohibidos.
Con todo lo anterior, la Nueva España, se anticipaba culturalmente cuarenta años al Perú y más de ciento cincuenta años a las colonias angloamericanas.
Finales del Siglo XVIII
En el último tercio del siglo XVIII, Guadalajara era ya una amplia ciudad, su extensión ya no era la misma de cien años antes. A finales del siglo, casi veinticinco mil personas la habitaban en aproximadamente trescientas manzanas.
Durante los últimos treinta años de la décimo octava centuria, Guadalajara había crecido definitivamente hacia el Oriente, por la otra orilla del río San Juan de Dios; también un poco hacia el Poniente y poco menos rumbo al Norte.
En aquel momento, Guadalajara tenía los límites siguientes: al Norte, el desaparecido convento de Santo Domingo, donde ahora es el templo de San José, frente al hoy jardín Reforma. Al Sur, el convento de San Francisco de Asís, del que aún existen su capilla principal y la de Nuestra Señora de Aránzazu. Al Oriente, el hospital y convento de San Juan de Dios, hoy mutilado, en la esquina de la calzada Independencia y la avenida Javier Mina, del cual nos queda la iglesia y una sola ala del claustro principal.
Al Poniente, el enorme convento de El Carmen, que cerraba prácticamente la ciudad por ese lado. Hoy queda tan sólo lo que fue el oratorio de la tercera orden de El Carmen, que es lo que conocemos como la iglesia de El Carmen, ante el jardín del mismo nombre.
Al lado Norte del templo se levantan restos del convento, convertido hoy en centro cultural y de exposiciones, y su parte que daba al Oeste, antes de su destrucción, fue la cárcel de Escobedo y, ahora, el terreno que ocupaba quedó convertido en el parque Revolución: Federalismo y avenida Juárez (antes Moro y Escobedo).
Ésta era la Guadalajara que recibió Fray Antonio Alcalde y Barriga, quien llegó en 1771 nombrado obispo neogallego y proveniente del obispado de Yucatán, con setenta años de edad. Tras las diversas tragedias que pusieron en crisis a la capital tapatía, entró en acción el venerable Obispo Fray Antonio Alcalde, cuya caridad y amor por la humanidad se puso de manifiesto. Como no había hospitales suficientes, Fray Antonio se echó a cuestas la construcción del que hoy conocemos como Civil trabajando, además, para mitigar la falta de alimentos que le tocó vivir.
Para ello usó recursos propios y otros ajenos, por él bien administrados, al servicio de la población.
Para ello usó recursos propios y otros ajenos, por él bien administrados, al servicio de la población.
Guadalajara en el final del Virreinato
Dentro del Siglo XVIII la ciudad creció en todos los aspectos, la rica producción agrícola, agropecuaria, minera, artesanal, comercial, de abastecimiento de lo necesario a las familias y de muchas labores que se realizaban, se suman otras industrias, como la de los hilados y tejidos de lana y algodón, la mueblera, artesanías finas de bordado, la de la pita del agave, sillas de montar y arneses.
Mucha mano de obra especializada se dio en aquellos años, sobre todo en los trabajos en piedra que el estilo barroco exigía, mismo que casi siempre era llevado a cabo por indígenas, a veces miembros de alguna casta; otras, por manos mestizas pero siempre manos artistas que bordaron sobre la piedra. Quedan muchos ejemplos; destacan los templos de San Felipe Neri y Santa Mónica, en el centro de Guadalajara, los retablos dorados que están en Aránzazu; San Francisco, el Palacio de Gobierno, el antiguo Seminario de San José –hoy Museo Regional– y lo que resta de Santa María de Gracia, entre varios más.
Esa piedra labrada y característica fundamental del barroco, también sirvió en los templos para enseñar la doctrina a los fieles. Ahí vemos plasmadas escenas de la Pasión de Cristo, otras bíblicas, etcétera. En el aspecto del tallado y labrado de la piedra, hay una cierta igualdad entre la mano de obra del indígena, del español y del criollo, pues todos –a querer o no– eran artistas.
Al final del siglo XVIII, más de la mitad de la población la formaban los mestizos, los indígenas y las castas. El resto estaba constituido por españoles peninsulares y criollos.
Según la Descripción y censo general de la Intendencia de Guadalajara 1789–1793, de José Menéndez Valdés, en este último año había 186 europeos, 9,386 españoles (peninsulares y criollos) y mestizos; 4,251 indígenas, 6,538 mulatos y 3,898 individuos de otras castas, lo que daba un total de 24,259 habitantes. En 1768 se abrió el puerto de San Blas en las costas de Nayarit, que se creó para el comercio en el Pacífico y para abastecer a colonos y misioneros de las Californias, pero también servía para proteger de los piratas y corsarios ingleses, al famoso Galeón de Manila –o Nao de la China– que venía del Oriente. San Blas acabó volviéndose un importantísimo lugar comercial para la Nueva Galicia, Guadalajara y todo el Occidente de la Nueva España.
En 1793, surgió la primera imprenta de Guadalajara manejada por Mariano Valdés Téllez, cuya primera edición fue un elogio fúnebre para Fray Antonio Alcalde.
Múltiples puentes y carreteras (para las carretas) se hicieron durante todo el virreinato. Para comunicar a Guadalajara con otros sitios, se hicieron unos en Tololotlan (Tololotlán) y Calderón, para ir a Los Altos y a Zacatecas; se arregló el paso de Mochitiltic (Mochitíltic) rumbo a Nayarit; el camino real de Colima era eficiente y por la ruta de La Barca se iba para la capital del virreinato. Si no hubiera en toda Iberoamérica, es probable que no se hubiese logrado el fin perseguido por los frailes y la gente de buena voluntad que intervinieron en el desarrollo de Guadalajara y de culturización y evangelización.
La Independencia llega a Guadalajara
El 25 de septiembre de 1810, Guadalajara supo de la insurrección de Dolores, Guanajuato, iniciada por don Miguel Hidalgo y Costilla, el día 16 del mismo mes y año. El canónigo José Simeón de Uría Vial, diputado a las cortes españolas por la intendencia de Guadalajara, ya en camino a Veracruz para embarcarse hacia España, se enteró en Querétaro de lo que pasaba y de inmediato mandó avisar a Guadalajara para que se tomaran las medidas pertinentes.
Entre 1810 y 1811 el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, había abierto una deslumbrante y rápida ofensiva sobre importantes ciudades que cayeron en su poder; envió jefes que extendieron la revolución de independencia por muchas partes y provocó, en otras, múltiples adhesiones. Hidalgo fue bien recibido por la población de San Pedro, hoy Tlaquepaque, el 25 de noviembre de 1810, y al día siguiente, tuvo una recepción apoteósica en Guadalajara.
Al tiempo que en Palacio reorganizaba su movimiento, se entrevistaba con el Amo Torres, decretaba la libertad de los esclavos y el goce exclusivo de las tierras de comunidad para los indígenas, quitaba los tributos y la prohibición de tomar bagajes, pasturas y otros objetos de las fincas de los americanos; hacía desaparecer los estancos de la pólvora, de los colorantes para telas y de los naipes, así como el uso del papel sellado.
El cura Hidalgo creó el primer periódico insurgente (de muy corta vida, sólo siete números), llamado “El despertador americano”, que se publicó bajo la dirección del cura de Mascota, Francisco Severo Maldonado.
Se dice que aquí en Guadalajara le dieron a Hidalgo el título de «Alteza Serenísima». Por otro lado, es conocido que Hidalgo formó en Guadalajara el primer gobierno nacional, aunque no se conocen documentos que avalen ese hecho. También, envió a un joven que residía en Ameca llamado Pascasio Ortiz de Letona, con la intención de hacer contacto con los Estados Unidos de América ya que estos, desde 1776, habían alcanzado su independencia y eran un modelo a seguir. El embajador del cura Hidalgo llevaba pleno poder para pactar convenios de ayuda militar y de carácter comercial.
Hubo un caso muy negativo. Según declaraciones del mismo caudillo, la plebe lo presionó para consentir en la matanza de doscientos españoles que tuvo lugar en las barranquitas de Belén de esta ciudad. Llegó a la capital tapatía el mensaje de que avanzaban hacia Guadalajara los generales del ejército del virrey Venegas, Félix María Calleja y José de la Cruz con instrucciones terminantes de sofocar la revuelta que encabezaba Hidalgo quien, al saberlo, decidió enfrentar a Calleja, con muchos miles de combatientes, en el Puente de Calderón.
La batalla del Puente de Calderón, en las afueras de Guadalajara, se dio el 17 de enero de 1811. La disciplina y mejor organización del ejército virreinal dio el triunfo a éste, a pesar de la superioridad numérica de los insurgentes.
La consumación de la Independencia
La popularidad de Iturbide en Guadalajara fue considerable, razón por la cual fue acogido con entusiasmo por la Diputación, la Universidad, el Ayuntamiento por el obispo Cabañas y Crespo quien incluso, de inmediato se fue a la ciudad de México para coronar en la propia Catedral al Emperador Iturbide.
En Jalisco hubo pocas batallas sangrientas como por ejemplo, aquella en la que fue rodeado y vencido el general José de la Cruz, jefe de una sección del ejército realista, quien desde Guadalajara se retiró a Durango, para adherirse al movimiento de las Tres Garantías, o Plan de Iguala.
Destituido el virrey Apodaca, subió provisionalmente Francisco de Novella. Llega a Veracruz el nuevo virrey, don Juan de O’Donojú, quien realizó negociaciones con Iturbide, mismas que terminaron con el Tratado de Córdoba del 24 de agosto de 1821 y que ratificaba el Plan de Iguala. Agustín de Iturbide entró triunfante a la capital de la Nueva España, el 27 de septiembre de 1821. La Nueva Galicia, hoy Jalisco, en particular Guadalajara, se adhirió al Plan de Iguala desde el 13 de junio de 1821, según dice la tradición, en la casa 176 de la calle de Independencia, en San Pedro Tlaquepaque.
Después de que don Pedro Celestino Negrete fue de San Pedro Tlaquepaque a Guadalajara, al frente de las tropas que ya lo habían proclamado jefe, se le recibió en la capital tapatía por las autoridades municipales y provinciales, mientras José de la Cruz huía a España.
Guadalajara en el México Independiente, Siglo XIX (1821–1876)
Guadalajara tuvo injerencia muy importante en la introducción del federalismo. Se distinguen en la labor federalista Prisciliano Sánchez, Luis Quintanar y Valentín Gómez Farías. Asimismo la ciudad, participó, en la proclamación de la república federal y en la Constitución de 1824.
Se estableció el estado libre de Jalisco y su primer gobernador fue don Prisciliano Sánchez. Debido al constante cambio de gobernadores tanto liberales como conservadores, parte del siglo XIX (diecinueve) se vivieron grandes y fuertes luchas entre federalistas y centralistas, o liberales y conservadores, cosa que enfrentó y ensangrentó a la nación. Jalisco y Guadalajara tuvieron que padecer tales eventos armados. Se afectó la economía de todo el país y la situación llegó al límite cuando el vicepresidente de la República, Valentín Gómez Farías, decretó la expropiación de los bienes de la Iglesia. El presidente Antonio López de Santa Anna, abolió las leyes de Gómez Farías e impuso el centralismo. Jalisco quedó reducido a departamento y de ahí se recrudeció la lucha entre federalistas y centralistas. Cuando los Estados Unidos invadieron a México en 1847, Jalisco colaboró durante la defensa nacional con las brigadas de Perdigón y de Montenegro, en las batallas de Palo Alto y La Angostura. Ahí, salió herido Felipe Santiago Xicoténcatl.
Sin que éste hubiera sanado de sus heridas, organizó el Batallón de San Blas, que defendió hasta el final, aunque sin éxito, el Castillo de Chapultépec, el 13 de septiembre de 1847, ante el asalto por parte de los ejércitos de los Estados Unidos.
La guarnición de México, junto con la de Guadalajara, aceptó el Plan de Ayutla y a Juan Álvarez como presidente de la República quien al final, optó por dejar el cargo a Ignacio Comonfort.
La Guerra de Tres Años (1857–1860) es otro episodio terrible para Guadalajara, provocado nuevamente por las luchas entre liberales y conservadores, unos y otros con fuerzas muy equilibradas, lo que producía el enfrentamiento entre las dos facciones.
El problema inicialmente, se deriva al Congreso para que éste promulgara la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma en 1859, mismas que una parte del clero consideró prudentes y las aceptó. Destaca en ese momento la presencia y sensatez de don Santos Degollado, quien entra a Guadalajara el 27 de septiembre de 1858 al frente de los liberales.
Jalisco declaró plena soberanía. Guadalajara, entonces, se convirtió de momento en la capital de la República, una vez que Juárez estableció sus poderes en el Palacio de Gobierno de la entidad (14 de febrero de 1858).
Guadalajara y todo Jalisco se transforman, a partir de estos hechos, en un campo de constantes enfrentamientos. El 13 de marzo siguiente, cerca de quinientos presos que estaban en la cárcel del Palacio, fueron liberados dedicándose estos a cometer toda clase de actos destructivos del propio edificio y, enseguida, salieron a la calle a hacer lo mismo en los diferentes barrios, no sin antes haber ofendido y maltratado al presidente Juárez y a su gabinete.
El mismo Juárez y sus ministros, estuvieron a punto de ser fusilados dentro del Palacio de gobierno por una cuadrilla de soldados de su propio ejército, que lograron entrar al edificio. Se salvaron porque, según cuenta la tradición, don Guillermo Prieto cubrió con su cuerpo el del presidente y, dirigiéndose a los soldados, los arengó diciéndoles: “Los valientes no asesinan”.
El 18 de marzo, entraron los conservadores a Guadalajara. Venía al frente el general Parrodi. Dos días después, al conocer la situación, Juárez y su gabinete se vieron en la necesidad de abandonar la capital tapatía en busca de un refugio más seguro, el cual resultó ser Colima. Camino a aquel sitio, en Acatlán, de nuevo se vio el presidente Juárez en grave peligro.
El general Luis G. Osollo, quien había recibido Guadalajara de manos de Anastasio Parrodi, constituyó un gobierno conservador a cuyo frente estaría Urbano Tovar, electo el 24 de marzo.
Al triunfo de los liberales, Guadalajara cayó en su poder en diciembre de 1860. No era lo último en cuanto a problemas. Como consecuencia de esta guerra civil, Guadalajara siguió perdiendo su patrimonio artístico. El convento de Santo Domingo se destruyó totalmente; San Francisco, El Carmen y otros sufrieron parcialmente. A la llegada de los emperadores Maximiliano y Carlota, durante la invasión francesa (1864–1867), el mariscal Bazaineentró a Guadalajara ante el descuido de quienes aquí vivían y aún la defendían. La ciudad estaba ante la presencia delmás poderoso ejército del mundo, en esos tiempos. Quienes sí actuaron fueron la guerrilla y algunos liberales con las consecuentes victorias y represalias.
Los franceses fueron llamados por Napoleón III y por esa razón abandonaron Guadalajara en diciembre de 1866, que siguió padeciendo otros problemas generados al interior del estado, así como la bancarrota que se vivía fuertemente en ese momento.
Siglo XIX. Cultura, Ciencia y Arte
Con el siglo XIX llegó también el ánimo de modificar lo que tenía trescientos años de establecido; en la realidad, la huella de lo virreinal prevaleció a lo largo del siglo XIX.
La Guadalajara de hoy es en gran parte el resultado de lo que se vivió y forjó en el siglo XIX. A pesar de tantos hechos militares, de problemas políticos y de un desajuste económico importante, Guadalajara salió adelante por las bases que en el campo de la cultura supo mantener.
La tradición cultural de Guadalajara, a pesar de las circunstancias y de tener una gran vocación comercial y de negocios, no dejó de trascender con personas destacadas en el medio de la cultura, las artes y la ciencia.
Entre los personajes más destacados están: El jurista Ignacio Luis Vallarta; el novelista José López Portillo y Rojas; el escritor, periodista y dramaturgo, Refugio J. González; el abogado Miguel Contreras Medellín; fray José María de Jesús Jiménez, bienhechor; el obispo don Pedro Loza y Pardavé; el empresario e industrial Francisco Martínez Negrete. Fray Manuel de San Juan Crisóstomo.
Carmelita Descalzo, fue uno de los hombres más notables del siglo XIX, dedicado en especial a la investigación sobre los temblores de la tierra, a la arqueología y a la historia antigua, al punto de que también estudió las lenguas náhuatl, purembe y otomí, así como lenguas muertas de Europa, más latín y griego.
Figuran también el médico José Eleuterio González Mendoza, el arquitecto Jacobo Gálvez, autor del proyecto del Teatro Degollado; el pintor Gerardo Suárez; el sacerdote e historiador Agustín Rivera y Sanromán; el educador Agustín de la Rosa; el jurisconsulto Emeterio Robles Gil y poetas como Ester Tapia de Castellanos, entre muchos otros más.
El siglo XIX dejó algunas obras de indudable valor. Es el caso del Teatro Degollado, cuya construcción se hacía precisamente en el momento que transcurría uno de los episodios más dolorosos para la ciudad: La Guerra de Tres Años.
Dentro del mismo Teatro Degollado, las pinturas de la bóveda, obra del propio Jacobo Gálvez y de su compañero y amigo Gerardo Suárez, son obra de gran calidad, que podría considerarse como uno de los pocos murales que se realizaron en ese siglo. En resumen, el siglo XIX dejó en Guadalajara, a pesar de su difícil situación, no un gran volumen de obras arquitectónicas, pero sí el estimable resultado del esfuerzo y la voluntad de intelectuales, artistas y sacerdotes que le dieron brillo al país y a su ciudad.
El porfirismo en Guadalajara, último cuarto del Siglo XIX (1875–1900)
Este final de siglo marca definitivamente un cambio radical. Comienza una nueva etapa política y social. Se trata de la época porfirista, que comenzó tras el triunfo de la Revolución de Tuxtepec (Tuxtépec) en 1876, y terminó en 1911, después del inicio de la Revolución Mexicana.
Aunque en el siglo XIX, en Guadalajara, como en todas partes, hubo ciertos avances en todos los aspectos, como el comercial, el industrial, etc., o bien, en cuanto a educación y cultura, los mejores resultados se vieron hasta la etapa en la que gobernó Porfirio Díaz Mori, pues al haber paz, ésta trajo progreso. Es una realidad que durante el porfirismo, hubo abusos por parte de grupos y personas, como ha sucedido siempre a lo largo de la historia. Sin embargo, es necesario ver lo positivo de su tiempo y no quedarse tan sólo en lo negativo.
Porfirio Díaz fue querido por muchos en la zona de Jalisco aunque, por razones obvias, hubo también quien no lo quiso. A pesar de ello, es evidente que dejó grandes obras para el beneficio de Guadalajara y de nuestro país. Guadalajara cuenta con gran número de casas y edificios muy nobles, construidos en esta época, de gran belleza y valor. La ciudad se yergue grandiosa con aquella arquitectura, sobre todo en el centro de la ciudad.
Se multiplicaron en Guadalajara los hospitales, (de las madres Josefinas y de la Caridad); los colegios, (de los Salesianos, de las madres Teresianas y el de las Damas del Sagrado Corazón, así como los Liceos de varones y señoritas); el cementerio de Mezquitan; entró el ferrocarril, el tranvía y la luz eléctrica a la ciudad; llegaron sucursales de los bancos de España y México, de Londres y México; se construyeron algunas presas y embalses y más.
Abundaron los pintores, escultores, escritores, historiadores, filósofos, profesores, arquitectos, toda clase de artistas en general, cosa que prueba que había bienestar social en las mayorías, puesto que la obra que queda es abundante y difícilmente puede haber arte si antes no está satisfecha el hambre y si el espíritu no está en paz. La preocupación de Porfirio Díaz fue patriótica y en alto grado decidida, para llevar al país a que se igualara en prestigio y calidad, con Francia y las naciones que en ese momento eran las más importantes.
De ahí el “afrancesamiento”, que se contrarrestó con el impulso a lo nacional en todas las artes. Queda como ejemplo el antiguo Cine Cuauhtémoc de Guadalajara, cuya fachada aún existe, en la calle de Juan Manuel. También, fue primordial saldar las deudas en dinero que tenía México con distintas naciones, para después impulsar una imagen positiva de nuestro país en las Exposiciones Universales que se instalaban en Europa, enviando a ellas los mejores exponentes de la cultura y el arte, con el objeto de que se conociese a México. Jalisco y Guadalajara, por supuesto, estuvieron presentes. Todos esos proyectos se cubrieron en su totalidad en un plazo de diez años, lo que quiere decir que, a partir de 1886, aquello era materia superada. Ahora, seguía elevar el nivel de vida de los habitantes mediante el fomento del trabajo en el campo, de la industria, el comercio, la producción y un manejo adecuado de la economía.
Es aquí donde el país y Guadalajara conocen la tranquilidad y, aunque persistía el problema con la Iglesia por parte de algunos grupos, a partir de 1876 los colegios particulares comenzaron a reproducirse tanto como varios institutos de servicio social atendidos por religiosos. En Guadalajara, los períodos de los obispos Pedro Loza, Jacinto López y Romo y José de Jesús Ortiz, no fueron nada fáciles ni tranquilos. El 17 de enero de 1904, se dieron los primeros disturbios religiosos de importancia en todo Jalisco, por ejemplo, en Jocotepec, Tlajomulco, Atotonilco el Alto, etc.
Con sus altas y bajas, con sus aciertos y errores, como el problema de la injusticia social, el gobierno de don Porfirio Díaz Morilogró un país con trabajo, productivo, autosuficiente, aunque tuvo que dejarlo agitado por el comienzo de la Revolución de 1910.
Guadalajara y la Revolución de 1910
Jalisco fue uno de los primeros Estados donde las elecciones de 1910 agitaron la estructura del país. Se apoyó con gran fuerza al general Bernardo Reyes, nacido en Guadalajara y primo hermano de Ignacio L. Vallarta, para la vicepresidencia del país.
El centro de ese movimiento reyista fue el Partido Nacionalista Democrático que mucha guerra dio en su momento. Al final, tuvo una fuerza que llegó a ser temida por el gobierno local. En esos años se dan vaivenes políticos innumerables en los que los gobernantes de todos los niveles suben y bajan, entran y salen.
Entre 1911 y 1914, aunque las fuentes tienen variantes, destacan los alcaldes tapatíos Octavio Lobato, Luis Alatorrre, Mauro H. González Álvarez, Nazario Coronado y José María Iguíniz.
Vendría una segunda época, que comenzó con el Plan de Guadalupe de Venustiano Carranza, lanzándose éste en contra de Victoriano Huerta. La revolución terminó al proclamarse la Constitución el 5 de febrero de 1917, que es la que actualmente rige al país.
La Guerra Cristera en Guadalajara
Después de la Revolución de 1910 y luego la promulgación de la Constitución de 1917, intensificaron la lucha para disminuir la presencia y la fuerza de la Iglesia católica.
Los gobiernos posteriores a 1917 pretendieron a toda costa hacer valer los postulados constitucionales relativos a los artículos 3º (educación laica), 5º (votos religiosos), 24º (culto externo), 27º fracción II (bienes eclesiásticos) y 130º (intervención del Estado en el culto y disciplina de la Iglesia).
La sociedad católica se incomodó con tal postura gubernamental y la Iglesia entró en conflicto con el Estado. Aquélla hizo muchos intentos por entenderse con el gobierno de Calles, pero éste, no bajaba un punto a su postura.
El 26 de marzo de 1922, el Sindicato de Inquilinos de Guadalajara, organizó una manifestación que culminó en el atrio de San Francisco, donde se enfrentaron a los católicos que iban saliendo de misa, con un saldo de seis muertos y doce heridos, todos católicos.
Tras el lógico enojo de la sociedad tapatía ante los hechos, se organizó una tumultuosa manifestación en la que se llevó a enterrar a los muertos de los días anteriores. Era alcalde de Guadalajara Luis C. Medina, quien fue destituido por considerársele muy tolerante ante los acontecimientos del 26 de marzo. El mes de mayo de 1922, se designó presidente municipal a José Guadalupe Zuno. Pero, los últimos días de agosto, dejó la presidencia con el objeto de hacer su campaña para gobernador del estado.
Luego de las elecciones de noviembre de 1922, Zuno triunfó muy por encima de su contrincante. Tomó la gubernatura el 1º de marzo de 1923 y con ello se agudizaron los problemas en el Estado, no sólo en lo religioso, sino también porque sus relaciones con el gobierno central no eran del todo buenas.
Guadalajara en los inicios del Siglo XX (1930 a 1950)
Los movimientos violentos continuaban, inclusive armados y contra la religión que, aunque más débiles, causaban temor en el país y, principalmente en Guadalajara que estaba muy involucrada en ello.
Plutarco Elías Calles se reveló excelente gobernante. Sin embargo, aparte de la Guerra Cristera, hubo intentos de insurrección que fulminó con fusilamientos. Lo cual preocupó a Jalisco y desde luego, a Guadalajara.
El gobernador Sebastián Allende, empeñado en seguir los postulados sociales de la Revolución, cerró colegios de religiosos de Guadalajara y del Estado y abrió escuelas oficiales. Inclusive, al preferir la libertad de cátedra y la autonomía, la Universidad de Guadalajara fue clausurada. Era presidente municipal Eduardo G. González. El 3 de marzo de 1935 y, como consecuencia de los movimientos anteriores, nació la Universidad de Occidente, más tarde Autónoma de Guadalajara.
El siguiente gobernador, Everardo Topete, consiguió reabrir las puertas de la Universidad de Guadalajara, y se dieron hechos culturales de gran importancia. Al municipio de Guadalajara lo regía Florencio Topete. José Clemente Orozco, pintó con indiscutible técnica y con gran valor estético sus murales en el Hospicio Cabañas, el Palacio de Gobierno y el paraninfo de la Universidad. El cine sonoro también hizo su aparición en Guadalajara durante la administración de Topete, con las películas: Allá en el Rancho Grande, Los de abajo, El compadre Mendoza y Sangre Mexicana.
Además, se crearon varias salas de cine: Variedades, Alameda, Metropólitan, Juárez, etc.
Además, se crearon varias salas de cine: Variedades, Alameda, Metropólitan, Juárez, etc.
Tras Topete, asumió el poder el jalisciense Silvano Barba González durante parte de la presidencia de don Manuel Ávila Camacho. Para Guadalajara, este gobierno resultó positivo, pues se legisló sobre urbanización, servicios culturales, industria, tránsito, policía, trabajo, turismo. En ese tiempo comenzaron a instalarse en la ciudad tapatía y en sus alrededores, grandes comercios e industrias, creando miles de empleos. Luis Álvarez del Castillo y Salvador González Romo, fueron los presidentes municipales tapatíos que colaboraron con el gobernador.
Segunda mitad del siglo XX
Durante este tiempo Guadalajara comienza su desarrollo, el gobernador de Jalisco, Agustín Yáñez, promovió el respeto a la vida humana, afirmando que este respeto es necesario para la paz, la propiedad privada y el municipio. Con el ingeniero Jorge Matute Remus, como presidente municipal, entre 1953 y 1956 se construyó aquí la primera central de autobuses del país, situada en la calle R. Michel, entre 5 de Febrero y Los Ángeles, obra del Ing. Miguel Aldana Mijares.
Siendo primer edil el profesor Juan Gil Preciado, dada la formación intelectual de Yáñez, se ordenó construir en Guadalajara la nueva Biblioteca Pública, la Casa de la Cultura, frente al Parque Agua Azul. De igual modo, el gobernador Agustín Yáñez mandó hacer escuelas municipales y rurales; buscó el desarrollo de la costa, la mejora y construcción de caminos, obras hidroeléctricas, el cultivo del maíz, el comercio popular y llevó a cabo campañas de salud.
Realizó el primer corredor industrial, fundó el Instituto Jalisciense de Antropología e Historia, el Museo de Arqueología del Occidente de México y mandó construir el área de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, así como la Normal de Jalisco.
El siguiente titular del Estado de Jalisco fue Juan Gil Preciado quien, junto con los tres siguientes gobernadores, hicieron de Guadalajara y Jalisco una entidad fuerte en cuanto a su estructura industrial y agrícola. Los presidentes municipales durante la gestión de Gil Preciado fueron Juan I. Menchaca y Francisco Medina Ascensio.
Se vivía un ambiente de paz, sin conflictos internos graves. El gobernador Gil Preciado renunció a su cargo para ser secretario de Agricultura y Ganadería a nivel federal, tomando su lugar el Lic. Jesús Limón. Durante este gobierno, el 31 enero de 1960 se inauguró el Estadio Jalisco, con una capacidad aproximada para treinta y cinco mil espectadores.En 1970 se amplió para sesenta y cinco mil.
En 1968, durante el gobierno de Francisco Medina Ascensio (1965–1971), cuando el país estaba en plena armonía y desarrollo (antes de la XIX Olimpíada que ese año tuvo lugar en México), comenzó una etapa de violencia y desajuste social.
En otras entidades del país, se enfrentaron graves problemas. En Guadalajara su primer edil era Efraín Urzúa Macías. La capital tapatía se vio amenazada por grupos guerrilleros que alegaban reivindicaciones sociales. Vino enseguida, Alberto Orozco Romero (1971–1977) a quien le tocó un período de rudo cambio: la paz pública, la producción, el comercio, la economía y todas las actividades humanas, se ponían en crisis. Guillermo Cosío Vidaurri y Juan Delgado Navarro encabezaron el cabildo metropolitano.
El sucesor, Flavio Romero de Velasco (1977–1983) pudo finalmente reducir a la guerrilla urbana y se recuperó una paz relativa, con el apoyo de los munícipes Guillermo Reyes Robles y Arnulfo Villaseñor Saavedra. Además, impulsó la obra pública en la ciudad, construyó la Plaza Tapatía que, para llevarse a cabo, tuvo que ser destruida gran parte del centro histórico de la ciudad, donde se encontraba la porción más importante de la Guadalajara virreinal, misma que hoy restaurada, se luciría con mucho orgullo.
Último tercio del siglo XX
La XIX Olimpíada, celebrada en México a partir del 12 de octubre de 1968, representó una oportunidad para que el mundo conociera a México, así como una gran alegría desde sus preparativos, construyéndose la Ruta de la amistad, así como una serie de edificios deportivos que quedaron para ser usados por el pueblo.
Los acontecimientos del 2 de octubre de 1968, cuyo origen verdadero aún se desconoce, no afectaron a dichos juegos olímpicos. No obstante, quedó el recuerdo no grato de esa fecha que enlutó al país. Era presidente de la república, el Lic. Gustavo Díaz Ordaz y secretario de Gobernación el Lic. Luís Echeverría Álvarez.
De mayo 31 a junio 21 de 1970 se llevó a cabo el Mundial de fútbol México 70. Guadalajara participó como subsede. Eran aquéllos, los últimos años de bonanza, bienestar y progreso efectivo que el país había vivido y disfrutado desde 1945 pero, vientos de cambios significativos se desataban.
Nuestra ciudad no pudo eludir tal situación nacional, sino al contrario; se convirtió en sede de graves eventos criminales que fueron controlados hasta el gobierno de Flavio Romero de Velasco (1977–1982). Aquel año de 1982, se resintió en Guadalajara, la devaluación del peso mexicano ante el dólar estadounidense y, en consecuencia, se dio inflación, emigración y desastre económico.
Se agravó el problema de la pobreza; creció la falta de trabajo, la carestía y, por lógica, la inseguridad y la delincuencia, a lo que se suma una serie de tratados y arreglos económicos con los Estados Unidos, que siguen poniendo cada vez más en desventaja a México.
En 1982, una parte del drenaje de la colonia Independencia sufrió un estallido y, el 22 de abril de 1992, sobrevino la explosión del Sector Reforma de nuestra ciudad, que quedó registrado como uno de los grandes desastres urbanos del país. El año de 1986 se repitió el Campeonato Mundial de Fútbol quedando Guadalajara como subsede. Por otro lado, en 1991 se llevó a cabo en Guadalajara como sede, la I Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado.
Guadalajara, Hoy
Actualmente Guadalajara es una de las ciudades más importantes en el país y en Latinoamérica, ya que cuenta con la presencia de grandes empresas y grandes bases comerciales. Cabe destacar la importancia cultural y económica que ejerce en México. Actualmente con 4 millones de habitantes junto con Zapopan, Tonalá, Tlaquepaque, Tlajomulco de Zúñiga y El Salto, Guadalajara es la segunda ciudad del país en población. La importancia de la ciudad es grande, por su generación de empleos y establecimiento de grandes empresas como Siemens, Motorola, Kodak y Coca-Cola, así como una creciente cantidad de industrias tecnológicas y electrónicas como Solectron, Intel, JPL Pantera o Hewlett-Packard.
Los megaproyectos contemplados para esta ciudad son hasta ahora los proyectos más ambiciosos en Latinoamérica que colocarán a Guadalajara como uno de los puntos base en la economía y modernidad de México. El punto geográfico donde se encuentra, la hace muy apreciable y estratégica. Su infraestructura de comunicaciones es una de las más modernas y funcionales en el país, Guadalajara es un centro urbano importante lo que atrae inversionistas y comercio de todo el mundo, cuenta con diversos centros de comercio de primer nivel. En 1987 se inauguró Expo Guadalajara. Guadalajara cuenta con una de las mejores infraestructuras hoteleras del país con más de 25.000 habitaciones en la ciudad. En el ámbito educativo Guadalajara cuenta con importantes centros de enseñanza con prestigio nacional y mundial, tales como la Universidad de Guadalajara , la Universidad del Valle de Atemajac UNIVA, la Universidad Panamericana, el ITESO, y la Universidad Autónoma de Guadalajara (U.A.G.), entre otras.
La Zona Metropolitana de Guadalajara cuenta con varios centros comerciales con infraestructura de vanguardia donde se dan cita las mejores marcas internacionales de una amplia gama de productos. Por ello, es un paraíso de las compras para los habitantes de la región occidente del país; la ciudad es líder a nivel nacional en crecimiento e inversión en centros comerciales, gracias a la cultura que se tiene en ellos, además de su gran auge e influencia que ha tenido en la población tapatía. Actualmente cuenta con varios de los mejores centros comerciales del país y uno de los más grandes en América Latina (Galerías Guadalajara 360). En la actualidad se construyó "Plaza Andares" en una de las zonas residenciales de mayor desarrollo en el país, este centro comercial está destinado a ser el más exclusivo en Latinoamérica.
Entre los proyectos más destacados en construcción se encuentran: Torrena, el centro JVC, el museo Guggenheim y el Centro Cultural Universitario, entre otros; ésta explosión en el desarrollo inmobiliario es una de las más importantes en la historia. Su riqueza cultural la ha llevado a ser un importante punto de mira en el sector turístico; la ciudad genera varios de los principales eventos culturales del país, y es una escala usual para el turista que visita México.
ORIGEN DE LA PALABRA TAPATÍO.
Aunque no existe una certeza absoluta, el origen de la palabra 'tapatío' tendría una relación directa con los 3 barrios indígenas de la ciudad: San Juan de Dios, Mexicaltzingo o Mexiquito y Analco.
La propia palabra 'Tapatíotl' está relacionada con el número 3, por lo que cuando los indígenas de los barrios y la periferia de Guadalajara, hacían tiánguis al menos una vez por semana, se referían a tal hecho como "vamos al Tapatíotl", queriendo decir que íban a comerciar a los 3 barrios indígenas de la ciudad.
Así, comenzó a hacerse costumbre asociar a los 3 barrios indígenas de Guadalajara, con la palabra 'Tapatíotl', la cual derivaría en 'Tapatío'.
La influencia Náhuatl (Azteca) en esta zona de la Nueva Galicia era evidente al menos en cuanto a los nombres otorgados a varias fundaciones.
Analco significa en Náhuatl "al otro lado del río".
Igualmente Jalisco y Mexicaltzingo son palabras de origen Náhuatl al igual que otras decenas de poblaciones de la región.
Así pues, el hostil entorno indígena del Valle de Atemajac, no había influido en los nombres de la ciudad y la región.
Guadalajara es una palabra Árabe que significa 'río entre piedras' (Guadi-al-hidjara, que son las mismas raíces de Guadalupe, Guadalquivir, Guadiana de España).
San Juan de Dios, palabras Castellanas.
Analco, Mexicaltzingo y Jalisco, expresiones Náhuatls (el primer nombre Jalisco se le dió a la población de Xalisco, actualmente en Nayarit).
La palabra 'charro' proviene del Vasco 'zar' que en ese idioma se pronuncia 'charro'.
El traje charro Español es una mezcla del traje Andaluz con el traje Vasco con los que se intentaba imitar a la nobleza Europea.
En la Nueva España se le enriqueció especialmente con las botonaduras de plata y en ocasiones de oro y diferencias en el corte y el sombrero.
Jalisco cuenta con 125 Municipios, los cuales se distribuyen en 12 regiones para facilitar el manejo del estado, cada región cuenta con un municipio sede designado por importancia y ubicación estratégica de dicho municipio.
Regiones administrativas de Jalisco.
En Jalisco, por el año de 1998, se instituyó la "Regionalización administrativa" para promover el progreso de la entidad, congregándose los 125 municipios en 12 regiones, cada una asumiendo a un municipio sede, que hace la función de "capital" de la región.
Región Norte
Esta región se localiza al norte de Jalisco y es una de las regiones más aisladas del Estado. Tiene una superficie de 10.305 km² y comprende el 12,8% del territorio de la entidad. La conforman los municipios de:
- Bolaños
- Colotlán
- Chimaltitán
- Huejúcar
- Huejuquilla el alto
- Mezquitic
- San Martín de Bolaños
- Santa María de los Ángeles
- Totatiche
Villa Guerrero
Región Altos Norte
La Región Altos Norte cubre 8.882 km² que representa el 11% del territorio del estado. A su vez los Altos de Jalisco son parte de la macro región del Bajío.1 Los municipios en la región son los siguientes:
- Encarnación de Díaz
- Lagos de Moreno
- Ojuelos de Jalisco
- San Diego de Alejandría
- San Juan de los Lagos
- Teocaltiche
- Unión de San Antonio
- Villa Hidalgo
El municipio sede es Lagos de Moreno . En esta región se desarrollan fábricas de ropa, muebles, calzado, artículos metálicos, dulces y mermeladas.
Región Altos Sur
La Región Altos Sur cuenta con 6.667 km² que es el 5% de la superficie del estado. A su vez los Altos de Jalisco son parte de la macro región del Bajío.2 Los municipios de esta región son los siguientes:
- Acatic
- Arandas
- Cañadas de Obregón
- Jalostotitlán
- Jesús María
- Mexticacán
- San Julián
- San Miguel el Alto
- Tepatitlán de Morelos
- Valle de Guadalupe
- Yahualica de González Gallo
- San Ignacio Cerro Gordo
Siento un gran orgullo por mi estado , ya que es rico en cultura, recursos naturales y cuenta con unos museos muy bonitos.
Tambien me gusta mucho porque aquí en Jalisco la gente es muy amable y hospitalaria. Estoy muy orgullosa de ser tapatía.